lunes, 28 de julio de 2008

Leticia Martínez Gallegos. Nueva publicaciòn en La jornada

Cuento publicado en el suplemento "La Jornada Semanal"
www.jornada.unam.mx

Leticia Martínez Gallegos, El último beso.

Las cortinas se abren y sobre la duela gastada aparece el mago. Juega un par de suertes a la vista del público que, ansioso, espera más intensidad. Hasta ahora, él no ha necesitado ayuda, solo, permanece en el centro del escenario donde los trucos sobreviven sin problema. Minutos. Un ayudante aparece empujando la tradicional caja de madera. Luces, música, aplausos, todo se desvanece, se diluye poco a poco mientras el mago abre las puertas de la caja. Melodía árabe, destellos multicolores y una muchacha saliendo despacio del encierro. Movimientos de cadera en redondo, las palmas de las manos juntas jalando su cuerpo hacia arriba, sin prisa, se muestra completa. Luego de varios giros, su espalda queda al público y la pequeña blusa de lentejuela encuentra el reflejo del rostro fragmentado de Mauricio. Desde ese lugar donde ocupa un asiento más entre el público, el maduro hombre se truena los dedos, saliva, aprieta las manos haciendo puños, suda. La muchacha remata la espectacular salida con un beso en la boca para el mago. PAUSE. En la mente de Mauricio ese momento se paraliza sin remedio. Cuando regresa al tiempo real de la situación, ya todo pasó: FF la muchacha regresó a la caja, el mago cerró las puertas, el ayudante le entregó el serrucho, el mago serruchó la caja por la mitad y mostró al público la constancia de un cuerpo dividido en dos. play . Mauricio mira con obsesión cómo el mago abre de nuevo las puertas y la muchacha da un salto mostrando su curvilíneo cuerpo completo. Aplausos. El mago la toma de una mano y la gira un par de veces como muñeca de caja musical. El acto termina con otro beso mágico. ¡Cuántos besos!, maldita sea. Las cortinas de terciopelo guinda caen y el público sale.
La caja permanece tras bambalinas. Mauricio busca a la muchacha en el camerino y le entrega una pequeña maceta con un árbol de buganvilias bonsai. ¡Qué gusto que vinieras!, dice ella mientras se eleva sobre las puntas de los pies para alcanzarle el cuello y sentir su vaho alcoholizado. Mauricio la toma de la mano para llevarla al escenario; tararea una melodía. Se abrazan y se aprietan. Él no aguanta más y abre las puertas de la caja, la avienta hacia adentro y luego entra él quedando encima de su ligero cuerpo. Mauricio recorre con la lengua ese rostro pintado, ella cierra los ojos y mueve la cabeza hacia los lados para que no quede un solo espacio sin saliva. Los dos sudan en exceso, respiran fuerte.
Entonces Mauricio le arranca de un tirón las pestañas postizas y desesperado la besa en la boca. Ante el exceso de fuerza, la muchacha quiere interrumpirlo, lo empuja con la lengua, las lenguas luchan entre sí y la muchacha gana. Mauricio le toma con fuerza las manos y saca un lazo para amarrárselas. Ella sonríe y echa los brazos amarrados hacia atrás para ofrecer la extensión de su cuerpo en plenitud. Más mordidas en los labios. Ante la negativa para abrir de nuevo la boca, Mauricio le aprieta las mejillas hasta que la dentadura se abre. Otra vez la besa agresivamente y ella responde duplicando su agresividad.
Luego de unos minutos, Mauricio sale de la caja con la camisa manchada de sangre y un pedazo de lengua en la mano.
La muchacha quiere gritar, pero se ha quedado sin voz.

domingo, 6 de julio de 2008

Taller de cuento que impartirá Leticia Martínez Gallegos

El Movimiento por la Escuela Pública invita al Taller de Cuento que impartirá la Poeta y Prosista Leticia Martínez Gallegos.
Iniciará el próximo 11 de agosto y tendrá una duración de seis meses. El taller se llevará a cabo los días jueves de 6 pm a 8 pm.
Informes e inscripciones en la calle de Tabasco 262 Col. Roma
Tel. 55 14 63 16

sábado, 28 de junio de 2008

Farallones, antología de cuentos

El pasado 28 de junio del 2006 se llevó a cabo la presentación del grupo de escritores que forman la primera generación del Centro de escritores de Casa Lamm. Con ello, se presentó también el libro Farallones que compila un año de taller, de este grupo, con el escritor y editor Gabriel Bernal Granados, quien señala. " Lo más singular de Farallones es el origen de todos y cada uno de los autores que integran su primera fundación. El mundo empresarial corporativo, la publicidad, el planeta numérico contable, la ingeniería de sabores, la comunicación, el periodismo, etcétera. Todo regido por una inquietud general, la literatura y sus posibilidades creativas. En cierto sentido , Farallones retoma el espíritu contrario de las vanguardias europeas del primer tercio del siglo XX: contra la literatura para minar las fuerzas de lo establecido como norma de origen y de gusto, contra la literatura como única posibilidad de volver a ella".
Quienes integran la Primera Fundación de Escritores:
Leticia Martínez Gallegos
Jessica Rubio Alemán
Fabiola de la Fuente
Silvia Levy
Rafael Sánchez
Luisa González
Martha Soler Maler
Lilian Chapoy
Carlos Reyes
Santiago Osio
Raúl Rosas
Marilupe de la Calle
Elidée Arias
Verónica Pérez
Liliana Villegas
Valeria Marruenda
Los presentadores del libro fueron: Claudia Gómez Haro, Cecilia Urbina, Enrique Héctor G., y el editor y compilador, Gabriel Bernal Granados.

FARALLONES. PRIMERA FUNDACIÓN Tipo: Presentación de Libro Tarkovsky 28/Jun/2006 al 28/Jun/2006 19:00 hrs.

martes, 24 de junio de 2008

Se presentó en Centro de escritores Casa Lamm de la Ciudad de México

Libro de Leticia Martínez Gallegos, se presentó en Centro de Escritores de Casa Lamm de la Ciudad de México .

http://www.museosdemexico.org/museos/index.php?idMuseo=5&idMenu=6&Tipo=6&idEvento=1817&TipoMenu=1&Historico=1

CASA LAMM Alvaro Obregón N. 99 esq. Orizaba Col. Roma C.P. 06700, México D.F. Conmutador 5514 4899

http://www.casalamm.com.mx/
http://www.casalamm.edu.mx/


TARASCADAS DE REALIDAD, de Leticia Martínez Gallegos
Participaron: Hugo Gutiérrez Vega, José María Villaria Zugazagoitia, Jorge Luján, Mayulli Morales Faedo y Rosario Ibarra de Piedra.

Con auditorio lleno, se presentó en Casa Lamm,el libro de Leticia Martínez Gallegos, Tarascadas de Realidad. Escritores de varias nacionalidades vistieron de lujo la mesa: Hugo Gutiérrez Vega, poeta mexicano y actual director del suplemento del periódico La Jornada, además de prologuista del libro; José María Villarías Zugazagoitia, escritor español y catedrático de la UNAM; Jorge Luján, escritor argentino de libros para niños y cantautor; Mayulli Morales Faedo, escritora cubana y catedrática de la UAEM.
La noche además, se engalanó con la participación de la senadora y luchadora social Rosario Ibarra de Piedra, a quién Leticia dijo admirar y respetar por su larga e importante trayectoria en la lucha de los Derechos Humanos en México.

Presentación del libro Tarascadas de realidad. Por el poeta y narrador michoacano, Jesús Baldovinos Romero

Jesús Baldovinos Romero
En la presentación del libro de Leticia Martínez Gallegos, estuvieron: Mateo Toledo Serrano, Regidor de cultura en Michoacán;Nely Solis, escritora; Fidel Suastegui de la Cruz, Coordinador del Movimiento por la Escuela Pública en Michoacán; Margarita Jaime, Representante de la Red de Apoyo Psicológico en Lázaro Cárdenas; Francisco Javier Gómez Bataz, artista plástico y Jefe de la Casa de Cultura José Vasconcelos y el Profesor Juan Calvo, Coordinador Nacional del Movimiento por la Escuela Pública.

Presentación del libro de Leticia Martínez Gallegos en Michoacán. Por Jesús Baldovinos Romero, poeta y narrador michoacano

TARASCADAS DE REALIDAD

Jesús Baldovinos Romero

El pasado viernes 4 de abril, se realizó la presentación del libro Tarascadas de realidad, de la escritora y maestra Leticia Martínez Gallegos, originaria del Distrito Federal. Pasadas las siete de la tarde y con asistencia de maestros, alumnos de la Prepa Lázaro Cárdenas, público en general, y una vez que se cumplió con el protocolo de presentación, las participaciones fueron directo al contenido del libro.
Margarita Jaime, psicóloga y representante de la Red de Apoyo Psicológico Lázaro Cárdenas, hizo énfasis en las greguerías o en las minificciones, de una sola línea, pues “encierran un significado grandioso, en las que se encuentra un pensamiento completo”. Y cita “Cloro, líquido racista”; “El significado–argumenta Margarita Jaime- que adquiere una cuestión cotidiana en un pensamiento filosófico y social. Nos obliga a ver en lo cotidiano otros puntos de vista”. Son ideas cortas que encierran un gran pensamiento, agrega la comentarista, y cita otro texto: “Ojalá muchos falleciéramos de pie como la vela”.
Por su parte, el maestro Juan Calvo, coordinador nacional del MEP, hace una introducción con relación a la situación que se vive en el país en torno a la lectura:
“A un gran escritor le dijeron Usted sabe muchas cosas –porque además es de los escritores más prolijos, es decir, que más ha escrito- y él respondió de manera sencilla: Discúlpeme, yo no sé muchas cosas, sólo sé hacer dos cosas (…) y eso me lo enseñaron en la escuela, me enseñaron a leer y a escribir.
Estas dos operaciones intelectuales desgraciadamente, en nuestro país, no las hemos podido construir en los mexicanos; y nos pasamos mucho tiempo los maestros intentando que nuestros alumnos aprendan a hacerlo. Los padres de familia los mandan todos los días y sin embargo no lo hacemos. Los mexicanos en promedio leemos medio libro al año. No hemos aprendido a leer, y en cuanto a escribir… no escribimos ni en defensa propia. Se ha perdido el deseo, el oficio de escribir. En un país donde no se lee y no se escribe, tener escritores es una bendición”
Más adelante, Calvo afirma que el libro Tarascadas de realidad de Leticia Martínez es un libro completamente redondo pues el lector va a encontrarse con la facilidad de quien domina un oficio y compara la maestría de un carpintero y la maestría de Martínez Gallegos para manejar las letras, las palabras, para dar contenido a los pensamientos y a los sentimientos… y que a veces nos pesca de una manera sorpresiva.
Se cita de nueva cuenta la minificción El cloro, y argumenta el maestro Calvo, que “en unas cuantas palabras, esta pequeña construcción implica una crítica a esa ideología”, en unas cuántas palabras que mueven a la sonrisa y a la reflexión, una frase tan ácida que es un acierto literario al mismo tiempo y una arma para luchar. El coodinador nacional del MEP también cita “El diccionario es un señor obeso que peca de gula intelectual” haciendo referencia a ese pecado capital que es la erudición vana y sin sentido.
Por su parte, Nety Solís, escritora porteña, abre su participación con una frase promovida por la lectura del libro que nos ocupa: Vivimos inmersos en un mundo de mentiras que lo único que nos sostiene es la hipocresía. Para Solís, la obra de Martínez Gallegos es muy cruel, pues lleva –al inicio- muy suavecito, y de golpe, una sola frase cambia la historia. “Te topas con lo inesperado” y agrega “estamos acostumbrados a leer y a entender lo que nos quieren hacer entender, en cambio la autora dice Yo te lo pongo, tú decides si lo dejas o lo cambias.
Nely Solís hace una comparación entre Tarascadas de la realidad y un árbol: es un árbol en medio de la devastación, en ese árbol que queda están los valores; estamos acá, abajo, en ese mundo de ilusiones, estamos acá en un mundo de mentiras… estamos tirando tarascadas, finaliza la escritora.
En su participación, la autora del libro solo leyó dos cuentos, El bobo y Esta calle necesita árboles (que reproducimos con la autorización debida), así como también dio respuesta a algunas preguntas que surgieron del público:
En la primera se abordaba el interés que hay por modificar los prejuicios en torno a los niños con necesidades educativas especiales y la posibilidad de usar los textos de Tarascadas de realidad, a lo que la autora comentó que a lo largo de la obra insistentemente evoca algunas figuras retóricas para abordar el tema de la tolerancia y el respeto al otro, y sugiere que esos cuentos pueden ser usados para discutirlo entre docentes, entre padres; de hecho, dice Martínez, el cuento posee una capacidad didáctica que puede apoyar cualquier tema…
En cuanto a de dónde le nace esto, la escritora asegura que comenzó desde la secundaria, pues con una amiga se carteaba, pese a vivir ambas en la misma ciudad; así que hasta un diario puede servir para iniciar en el mundo de la escritura.
Y en cuanto a la pregunta de cómo un escritor puede subsistir en una sociedad que no lee o que niega al mismo escritor, Leticia Martínez cierra diciendo que la única manera es haciéndolo (escribiendo), intentándolo una y otra vez, aunque la utopía es el no lugar, el ir de camino, el caminar y caminar para llegar a ella, van a dejar cosas gratas…

jueves, 19 de junio de 2008

Mayuli Morales Faedo. Invitación al juego (Reseña del libro de cuentos Tarascadas de realidad, de Leticia Martínez Gallegos)

Reseña de la escritora cubana, Mayulli Morales Faedo.

Una característica recurrente que invade todos los textos de este libro es la abierta intertextualidad a través de las referencias a otros textos y otros autores, así como a motivos literarios y frases conocidas. La autora reconoce abiertamente las influencias. Permite que la invadan, como la protagonista del cuento “Los lirics”, pero no para dejar que la posean sino para sentirlas y dialogar con ellas. Así, los sucesos del cuento fantástico “La pelirroja de Amsterdam” remiten al mito de Pigmalión en La metamorfosis de Ovidio con significativas variaciones: la estatua es la prostituta arrollada y revive insuflada por el deseo del personaje masculino para abandonarlo. La referencia al famoso cuento de Augusto Monterroso “El dinosaurio” con una variación decisiva: “Y cuando despertó... tenía en sus brazos un hermoso bebé.” La potencialidad del cuento se dispara hasta lo inimaginable pues un bebé es, antes que cualquier otra cosa, la creación misma y luego, una historia que comienza abierta a diversas posibilidades: es el cuento, la novela, una trama futura. Acaso el cuento más breve pero su posibilidad narrativa es infinita tanto hacia el futuro como en una retrospectiva.
Siguiendo la línea del último ejemplo, quiero hacer algunos comentarios del otro registro textual, el llamado “poesía” por la intensidad de la imagen poética, la ausencia de una historia y el juego que se permite la autora con el lenguaje. Es destacable en este conjunto de textos que representa la mitad del libro en términos de número de textos, la conciencia de la arbitrariedad del signo y el juego permanente con las posibilidades del significado, el ingenio, la ruptura de la lógica según el significado previsible codificado y la animización o subjetivización de lo no humano. Por ejemplo “Graffiti: grupo de trazos que optaron por la sedición” y “Naturaleza muerta”: “un árbol se ha puesto pantalón de hombre. Para colmo, tiró sus hojas antes de tiempo y en su lugar lleva un gran chaquetón de piel”, donde recurre al tema de la naturaleza mutilada por la cultura.

Tarascadas de realidad abre y cierra con textos poéticos, cerrando en un círculo todo el texto como conjunto mayor. Las cosmicidad en donde el ser humano, autora/or, creadora/or es consumo de gusanos guiña el ojo a ese inicio donde el sujeto lírico habla de los que tienen un hijo, siembran un árbol, escriben un libro y desconfían de la señora elitista que suelen llamar eternidad.

Tarascadas de la realidad es un conjunto de textos que si bien suscita la reflexión a una misma vez sobre lo terrible y lo extraordinario del mundo, no evade la gracia, el ingenio, el juego imprescindibles en todo arte. Su autora nos invita al pensamiento, al cuestionamiento y al placer.
--Reseña publicada en La Jornada Semanal el 18 de marzo de 2007

domingo, 15 de junio de 2008

Leticia Martínez Gallegos. Medicina a tiempo

Serena, recorro cada espacio de la casa hasta llegar al comedor. Jalo una silla. Me siento y mis brazos caen hacia los lados. Por un momento, mi vista se detiene en el centro de la mesa donde está el pastillero que contiene las porciones químicas comprimidas, casi exactas. Estiro la mano para alcanzarlo, mi cabeza se derrumba sobre el brazo. Veo el reloj de pared y el pasar de los segundos. Es temprano. El perímetro de mis ojos se convierte en una línea recta. Todo desaparece por un tiempo.

A lo lejos, se oye el silbato de la fábrica que avisa a los obreros la salida para comer. Levanto la cabeza y muevo el brazo para eliminar el hormigueo, no sólo yo he dormido. Pongo el pastillero en la maleta vacía y el espacio que resta se ocupa con manzanas y algo para beber. Afuera, la calle está tan sola que al cerrar la puerta el sonido se triplica.

Me dirijo a visitarte al hospital.

Avanzo calle por calle casi hasta cruzar el comedor de los trabajadores que hace unos minutos respondieron al silbato. Comedor al aire libre: triángulo de tierra mal trazado, espacio entre la fábrica y la lentitud de mis pasos que irrumpen en ese momento privado. Los miro. Sus rostros reflejan cansancio, las manos gastadas, lo fructífero de su faena. Ellos han trabajado toda la mañana. Yo he elucubrado durante el mismo tiempo. La orilla de ese lugar es una banqueta que también acepta mi cansancio inútil. Respiro profundo. Ha sido buena idea traer manzanas, pienso. Cuando saco la primera y estoy a punto de la mordida, recuerdo que hace años alguien perdió un diente en un intento similar. La sensación de rechazo que me produjo el accidente regresa a este momento y me detesto. Luego sonrío, ahora mi dentadura es postiza. Como puedo como manzanas.

En la maleta sólo ha quedado el pastillero y la bebida: perversa mancuerna. Siento un vacío en el estómago que consigue alterar mi respiración y provoca la taquicardia que odio, parecida a la que producen las pastillas que tomaba hace años para perder peso. Redotex. No son anfetaminas, dijo el médico. Y yo, para estar convencida, investigué en el vademécum que una vecina me regaló. Libro inmenso en el que uno puede cerciorarse de que un medicamento no afecte la salud, o bien, de que la afecte lo más posible. Pero en este caso no fue suficiente. A pesar de tantas páginas, no logré encontrar lo que necesitaba. Era el momento de buscar la ayuda del médico, sí, el mismo que en aquellos años consulté para evitarme un infarto.

Respuesta contundente: pastillas perfectas que en esencia están cargadas de altas cuantías de arsénico. Veneno imperceptible al gusto por la atinada combinación con otras sustancias. Inquietos, los comprimidos buscan el camino rugoso, rojizo: entran despacio y recorren el pasillo sombrío de la tráquea ansiosa, se escurren por el esófago para hallar el pequeño alojo y, así, logran invadir sin prejuicios ni moral cada parte del cuerpo que poco a poco se contamina. Tranquilidad. Luego un estado de relajación: letargo prolongado cada vez más profundo hasta llegar a la inconsciencia. Paro respiratorio. Después el cuerpo adquiere las características deseadas…

Me levanto de la banqueta y miro que no hay nadie a mi alrededor. Cargo la maleta. Continúo el camino al hospital. Debo cerciorarme de que tomes la medicina a tiempo.

--Cuento publicado en La Jornada Semanal el 27 de abril de 2008:

http://www.jornada.unam.mx/2008/04/27/sem-leticia.html

Leticia Martínez Gallegos. El suplente

Deseaba que mi perro se quedara en ese momento, pero él prefirió retirarse antes que seguir masticando el pequeño trozo de carne maloliente que había guardado en su traste de peltre despostillado. ¿Por qué Carlos no se fue? Primero tuve la intención de correrlo pero no lo hice. Por el contrario, le pedí que permaneciera ahí, sentado en el sillón, escuchando todo, viendo todo, percibiendo el hedor de la comida del perro y otros olores que luego se esparcieron por toda la habitación.

Esa noche invité a Carlos a pasar. Después de sentarnos un rato en el sillón roído por el perro y recordar una y otra de nuestras aventuras, la puerta desvencijada se abrió y la dama entró: labios pintados de rojo, uñas dispuestas a dejar surcos sobre cualquier espalda impecable. Me levanté y le ofrecí vino tinto. La hoja de la ventana se abrió de golpe y permitió que un rayo de luna mostrara el macilento rostro de Carlos. Ella lo ignoró. Esa mujer sólo tenía miradas para mí; abrió la gabardina bruna que cubría su blanco cuerpo, Carlos se levantó y la ayudó a despojarse del estorboso trapo para comprobar que luego ya no quedaba nada más que centímetros y centímetros de piel madura. Carlos se sentó de nuevo, se movía hacia un lado y otro, inquieto. Por un momento pensé que se iba. No sucedió así y yo tampoco le dije que lo hiciera, su compañía empezó a resultarme agradable, en cierta forma sus movimientos eran un poco caninos. Al principio yo extrañaba la respiración agitada de mi perro, pero Carlos se encargó de eso; apenado por lo exagerado del sonido, me preguntó si prendía la vieja lamparita de la mesa esquinera, tal vez para distraerme un poco; le dije que no y desde ese momento mi invitado enmudeció, yo volteaba de vez en cuando para sentirlo ahí, en el mismo lugar del sillón donde se echa mi perro. Me volví después hacia la fiera que ya ansiaba el primer roce de la parte más firme de mi cuerpo, la más dispuesta. Con sed moderada, la señora tomaba un poco de vino y permitía que otro poco se escurriera por su cuello hasta llegar despacio a sus garbosos pechos donde ya mi boca esperaba ansiosa. Sobre la mesa, usamos el vino para humedecernos... Los gritos, gemidos y sollozos sombrearon los dibujos que Carlos trazó de nuestras figuras desnudas que apenas alcanzaban a vislumbrarse en medio de la oscuridad.

Luego descansamos. Carlos también descansó.

El olor a satisfacción impregnó el ambiente. Mi perro no tardó en percibirlo y sus ligeras pisadas cayeron sobre las losetas percudidas de la habitación. Entonces escuché que alguien masticaba un trozo de carne putrefacta.

--Cuento publicado en La Jornada Semanal el 21 de octubre de 2007

http://www.jornada.unam.mx/2007/10/21/sem-leticia.html